Entre cartón, periódico, engrudo y los coloridos papeles de china y crepé, artesanos mexiquenses preparan las bases, enconan y decoran detalladamente miles de piñatas que, en unos cuantos días, estarán alegrando los hogares y las calles de México.
En la comunidad de Santiago Tolman, en el municipio de Otumba, don Álvaro Ávila Sandoval, junto con su esposa Alberta Calderón Rodríguez, elaboran, desde hace 27 años, pequeñas piñatas para sus fiestas familiares de fin de año, sin embargo, con el paso del tiempo, vieron en esta actividad la posibilidad de tener un negocio propio.
Fue así como, impulsados por la necesidad de trabajar, decidieron incursionar en la elaboración de piñatas artesanales de manera formal, de tal manera que hoy, su taller da empleo a 25 personas más.
“A esta actividad nos dedicamos desde hace 27 años, empezamos el primer año con 200 piezas, mismas que no sabíamos cómo venderlas, porque las hicimos y dijimos híjole y ahora cómo la vendemos, pues salimos a nuestro municipio a venderlas a la plaza y las vendimos muy rápidamente”, recordó la señora Alberta Calderón.
Al año siguiente involucraron a la familia de su esposo y posteriormente a la de ella, con pedidos que iban en aumento cada año, conforme se aproximaban las fiestas decembrinas.
Actualmente, su taller produce alrededor de 50 mil piñatas al año y da trabajo a otras personas de la comunidad que, con innovación e ingenio, han creado nuevos diseños del gusto de la gente, lo que les ha permitido conservar a sus clientes habituales y atraer la atención de distintos compradores que las comercializan en muchos estados del país e incluso en Estado Unidos.
“De hecho nuestros clientes, bueno, quien se lleva estas piñatas, la mayor parte de esta producción se va para Estados Unidos, por medio de clientes intermediarios, nos hacen el contrato, vienen y cargan ya la mercancía”, detalló.
Doña Alberta destacó que también sus hijos, Álvaro, Karla y Moisés, ya forman parte del negocio familiar, encargándose de la producción de las piñatas miniatura para los coches, pero también elaboran las gigantes de nueve picos, que llegan a medir hasta tres metros.
El ambiente en el taller de Álvaro y Alberta es cordial, pero con mucho movimiento, ya que deben cumplir en tiempo y forma con los pedidos que les han hecho sus clientes.
Al igual que ellos, la señora Libia Palma Romero, de profesión enfermera, carrera que ejerce en horario nocturno, y habitante del Pueblo con Encanto de Acolman, decidió, hace 16 años, empezar a elaborar piñatas navideñas.
Primero, por el gusto y la curiosidad, y después, porque vio en esta actividad una forma de allegarse recursos extras para subsanar las necesidades familiares.
Actualmente sus hijos, Yamilett y Orlando, se han incorporado también a esta actividad que los enorgullece y les sirve, incluso, como una manera de relajarse del resto de sus actividades cotidianas.
La señora Libia expresó que le gusta elaborar la tradicional piñata artesanal navideña, ya que forma parte de las tradiciones más arraigadas del país y siente que, de esta forma, contribuye a preservarlas.
Después de aprender a realizarlas, gracias a un curso impartido por el Ayuntamiento de Acolman, transmitió a sus hermanas este conocimiento y ellas también han conseguido, con dicha actividad, mejorar la economía de sus hogares.
Indicó que las piñatas que tienen mayor demanda son las tradicionales de siete picos, decoradas con flores de nochebuena, mismas que vende principalmente en la Feria de la Piñata, que cada año se celebra a mediados de diciembre en la explanada central de su municipio.
Aseguró con orgullo que, muchas de las personas que le han comprado piñatas, han decidido no romperlas, pues les parece una lástima destrozar una pieza tan bonita, por lo que deciden conservarla como parte de la decoración navideña de sus casas.